LA CRÓNICA
DESDE MI BALCÓN
Agosto el mes de las vacaciones, Julio y Septiembre también, pero menos. El mes que la España turística se llena de torreznos guiris, caravanas interminables de coches repletos de incómodos niños (390 kilómetros de: "¿cuándo llegamos papá? ¿papá cuándo llegamos?") e incontinente e insufrible suegr@ (365 días al año de: "parece que os sobra el dinero, cómo se nota que no habéis pasado hambre"), ese mes es por excelencia Agosto.
Las grandes -incluso las medianas- ciudades del "interior" se quedan vacías mientras las de costa, osea, las de "exterior" -digo yo- se llenan, además de guiris pieles rojas, de españolit@s & mascotas & suegr@s ávidos de rayos solares, birras, Typical Spanish sangria & paella & siesta y ¡¡fiestaaaaaaaaaaaaaa!!.
Éste que les escribe tuvo una infancia-adolescencia-juventud en la que formé parte de esa masa trashumante vacacional y junto a mi familia, emigrábamos a un hermoso pueblecito costero tarraconense. Guardo maravillosos recuerdos de aquéllos años. Aquél paradisíaco camping, toda la familia junta, los amigos de juegos, los primeros escarceos amorosos (y los segundos, y los terceros, y los.... yo era de hormonas cabronamente revoltosas, pecaminósamente libidinosas, vamos, de Libro Guinness)... Ahora ya no. Ahora prefiero quedarme en esa ciudad de interior, vacía, silenciosa, pacífica. Uno cambia. Es lo que tiene hacerse mayor, no ser suegro de nadie pero sí un 'trabajador emérito', osea, parado de larga duración sin un puto duro o euro.
En mi ciudad, salvo el centro y en contadas horas, nos hemos quedado tres lugareños y algún despistado foráneo. El resto se las ha pirado de vacaciones. Incluso el sempiterno mendigo rumano de la puerta del supermercado se ha marchado y en su lugar ha dejado escrito en un cartón -cubierto con plástico- y en su 'español-rumanesco': "haucente per bacasiones", informando también que vuelve a finales de mes y que perdonemos las molestias. A estas alturas ya del mes, estarán todos en sus veraniegos destinos donde, seguramente, habrá más conciudadanos míos por metro cuadrado que aquí (¿dónde va la gente? donde va Vicente, hala! todos al mismo sitio). Saldrán a pasear por el pueblo turístico de turno y se encontrarán con el amigo de cuadrilla, con el carnicero de su barrio, con el odioso jefe (manda huevos), con esa vecin@ tan buenorr@ del tercero D (disimula que vas con 'la-el' parienta/te, los niños, la suegra) y con toda seguridad también se cruzarán con el mendigo rumano de la puerta de su supermercado. Tan solo les ha cambiado el decorado y en vez de "Calle Mayor" (la típica de paseo de la ciudad habitual) la placa indicadora pondrá "Paseo Marítimo", pero la gente la misma, o más, por aquello de que otras ciudades se han quedado, al igual que la mía, libres de personal.
Mientras, aquí, en mi barrio vacío, gozo de ese supermercado del mendigo, donde se está fresquito, muy fresquito. Pasillos felizmente huérfanos de carros y cestas que generalmente sus temporales dueñ@s 'aparcan' en el sitio que más incordia; y sin maleducadas marujas y marujos que se inventan patéticas excusas para colarse en caja. Disfruto sobremanera de unas calles que se me antojan más grandes, más largas, más serenas, más peatonales, que me tientan a recorrerlas despacito, saboreando el tremendo placer de no tener que ir esquivando caquitas de perro, suicidas patinadores o energúmenos ciclistas de acera, cruzar el paso de peatones sin tener que esperar al conductor caritativo (alguno hay, dicen) que se pare, ni escuchar los cláxones de los soplagaitas de turno. Un auténtico paraíso cómo me han dejado la ciudad por unos días y que ganas me entran de gritar a pleno pulmón -aunque con poco fuelle por culpa de los años de convulsivo tabaquismo que ahora pasa factura- aquello que hace lustros acuñó el difunto ya (gracias a Dios) don Fraga Iribarne, a la postre Ministro de Gobernación de aquélla época: ¡¡La calle es mía!!.
Otro placer, casi delictivo por lo placentero -ya se sabe que en esta vida todo lo placentero o es pecado o es delito o malo para la salud-, que puedo disfrutar estos días es entrar en los bares (los pocos abiertos, claro) y acomodar mis reales posaderas en cualquier banqueta ya que están todas libres de las vacacionales posaderas de los habituales de la barra. Camareros raudos, casi empalagósamente serviciales, te tratan a cuerpo de rey con una inhabitual sonrisa. Y para mayor éxtasis placentero, no hay que pelearse con el mamonazo de costumbre que se solaza jodiéndote la lectura del periódico mientras resuelve el crucigrama durante media mañana.
Hoy mismo casi me da un parraque de gustirrinín al descubrir que, casi sin darme tiempo a cruzar la puerta de entrada, el chico del bar al que suelo acudir me tenía puesto el café en mi rincón favorito, el periódico correctamente dobladito a su lado, banqueta reluciente dispuesta y, culminando la escena, una cuca bandejita plateada -que ignoraba tuvieran en esta tasca- en la que esperaban para su degustación unos bomboncitos francamente ricos. Tan sólo ha faltado que me hubiera dado dos besitos a lo que, ya puestos, yo no me hubiera negado. Diez céntimos de propina le he dejado. No me llame roñica, que bastante es cuando nunca dejo. No pierdo esperanza y de aquí en tres días, y más subiendo la propina a 20 céntimos, seguro caen los dos besitos. Ruego a la diosa Fortuna que, a todos los que se han ido de "vacances", les toque la lotería o el euromillón o encuentren trabajo allá dónde estén y se queden unos cuantos meses más por ahí, dejándome el barrio como está ahora y dando tiempo al camarero para atenderme más aún de lo que lo ha hecho hoy.
Para terminar. Se habrán dado cuenta que en esta ocasión no he comentado nada político (raro-raro). ¡Pa qué!, si estamos-están de vacaciones. De todas formas y para no perder la costumbre, les dejo un enlace a un artículo del periodista Luis María Ansón con el que (el que quiera) podrán despotricar de los sinvergüenzas que tenemos como políticos: LOS DIPUTADOS: 225 DÍAS AL AÑO DE VACACIONES.
Permítanme un vídeo-consejo para estas vacaciones y esas salidas nocturnas:
Que los quiero a todos de vuelta. A más tardar mejor, pero de vuelta. Felices vacaciones, suerte a todos, ojito con la carretera y al camarero -por si acaso lee esto, ahora que tiene tiempo libre- que mañana voy otra vez.
En mi ciudad, salvo el centro y en contadas horas, nos hemos quedado tres lugareños y algún despistado foráneo. El resto se las ha pirado de vacaciones. Incluso el sempiterno mendigo rumano de la puerta del supermercado se ha marchado y en su lugar ha dejado escrito en un cartón -cubierto con plástico- y en su 'español-rumanesco': "haucente per bacasiones", informando también que vuelve a finales de mes y que perdonemos las molestias. A estas alturas ya del mes, estarán todos en sus veraniegos destinos donde, seguramente, habrá más conciudadanos míos por metro cuadrado que aquí (¿dónde va la gente? donde va Vicente, hala! todos al mismo sitio). Saldrán a pasear por el pueblo turístico de turno y se encontrarán con el amigo de cuadrilla, con el carnicero de su barrio, con el odioso jefe (manda huevos), con esa vecin@ tan buenorr@ del tercero D (disimula que vas con 'la-el' parienta/te, los niños, la suegra) y con toda seguridad también se cruzarán con el mendigo rumano de la puerta de su supermercado. Tan solo les ha cambiado el decorado y en vez de "Calle Mayor" (la típica de paseo de la ciudad habitual) la placa indicadora pondrá "Paseo Marítimo", pero la gente la misma, o más, por aquello de que otras ciudades se han quedado, al igual que la mía, libres de personal.
Mientras, aquí, en mi barrio vacío, gozo de ese supermercado del mendigo, donde se está fresquito, muy fresquito. Pasillos felizmente huérfanos de carros y cestas que generalmente sus temporales dueñ@s 'aparcan' en el sitio que más incordia; y sin maleducadas marujas y marujos que se inventan patéticas excusas para colarse en caja. Disfruto sobremanera de unas calles que se me antojan más grandes, más largas, más serenas, más peatonales, que me tientan a recorrerlas despacito, saboreando el tremendo placer de no tener que ir esquivando caquitas de perro, suicidas patinadores o energúmenos ciclistas de acera, cruzar el paso de peatones sin tener que esperar al conductor caritativo (alguno hay, dicen) que se pare, ni escuchar los cláxones de los soplagaitas de turno. Un auténtico paraíso cómo me han dejado la ciudad por unos días y que ganas me entran de gritar a pleno pulmón -aunque con poco fuelle por culpa de los años de convulsivo tabaquismo que ahora pasa factura- aquello que hace lustros acuñó el difunto ya (gracias a Dios) don Fraga Iribarne, a la postre Ministro de Gobernación de aquélla época: ¡¡La calle es mía!!.
Otro placer, casi delictivo por lo placentero -ya se sabe que en esta vida todo lo placentero o es pecado o es delito o malo para la salud-, que puedo disfrutar estos días es entrar en los bares (los pocos abiertos, claro) y acomodar mis reales posaderas en cualquier banqueta ya que están todas libres de las vacacionales posaderas de los habituales de la barra. Camareros raudos, casi empalagósamente serviciales, te tratan a cuerpo de rey con una inhabitual sonrisa. Y para mayor éxtasis placentero, no hay que pelearse con el mamonazo de costumbre que se solaza jodiéndote la lectura del periódico mientras resuelve el crucigrama durante media mañana.
Para terminar. Se habrán dado cuenta que en esta ocasión no he comentado nada político (raro-raro). ¡Pa qué!, si estamos-están de vacaciones. De todas formas y para no perder la costumbre, les dejo un enlace a un artículo del periodista Luis María Ansón con el que (el que quiera) podrán despotricar de los sinvergüenzas que tenemos como políticos: LOS DIPUTADOS: 225 DÍAS AL AÑO DE VACACIONES.
Permítanme un vídeo-consejo para estas vacaciones y esas salidas nocturnas:
Que los quiero a todos de vuelta. A más tardar mejor, pero de vuelta. Felices vacaciones, suerte a todos, ojito con la carretera y al camarero -por si acaso lee esto, ahora que tiene tiempo libre- que mañana voy otra vez.
Os invito a la pestaña Balcón de Cine (arriba en la barra de pestañas) donde podéis ver dos películas que tratan el tema de las vacaciones. La primera de manera jocosa con Mr. Bean y la segunda desde el punto de vista adolescente con sus dudas y primeros amores, en este caso una amistad homosexual. Como siempre, espero os guste la cartelera, la disfrutéis y si es de vuestro agrado, la compartáis. También mendigo algún que otro comentario... ¡coña, que me hace ilusión!
Adelante, asomaos al "Balcón"......
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