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domingo, 2 de septiembre de 2012

¡Bendito Septiembre!

♍ - VIRGO 23 de agosto al 22 de septiembre
♍ - VIRGO
 23 agosto a 22 septiembre
Comienza Septiembre. ¡Bien!. ¡Muy bien!. Más aún, ¡cojonudo!. Mes plagado de cambios, colores ocres y atardeceres pastel. De "la gota fría", de vendimia, de final y estreno de temporada en todo.  Mes del signo Virgo, del inicio del otoño, del reencuentro con los politicuchos avisándonos cariacontecidos que "el oro y el moro", el que nos prometieron todo exultantes allá cuando las elecciones, se nos va a quedar en tan sólo "el moro" (al cual, para más inri, habrá que alimentar, vestir, dar la paga, aguantar y temer).
 ¡Por fin!, ya está aquí Septiembre al que idolatro y amo por múltiples y variadas razones. Debo confesarles que uno de los motivos de mi nada disimulada admiración por septiembre, es haber nacido en él. Allá por 19... uff! ...., ¡bah!, lo digo, 1956. Sería una gilipollez por mi parte esconder mi año de nacimiento, ya que si van ustedes-vosotros a mi perfil, comprobarán-eis que en él figura mi edad (no lo pensé en su momento). Y por si acaso hay algún lector amigo o lector conocido cercano, les diré que es el 16. Se acepta de todo menos comida, que estoy a régimen.

Por otro lado, es en este mes cuando se inician nuevamente las clases en los colegios. Cuando yo era crío odiaba septiembre por ello y a los adultos por su, por aquel entonces incomprendida, alegría y alborozo. Es ahora, cuando ya adulto, odio a los infantes y festejo con rebosante alegría su encierro en los centros de estudio. Dirán, queridos sufridores de estas líneas, que soy el típico cascarrabias gruñón y que los niños, tiernos, alegres y dulces ellos, son una bendición de Dios... ¡y una mierda pinchada en un palo! (con perdón). Quizás, si les explico, halle en alguno de ustedes un poco de comprensión y benévola compasión. Les cuento; tienen tiempo ¿verdad?. Debajo de mi casa hay una pequeña plazoleta. En el centro de ella dos pequeños y simples jardines separados por un pasillo embaldosado. "El prado" la llaman, muy seriamente, los nativos del barrio. Tiene su guasa y su aquél llamar prado a dos diminutos y paupérrimos jardínes, pero por estas tierras son así. Otro día les contaré las curiosas peculiaridades de las gentes de este barrio. Como, por ejemplo, esa de ignorar constantemente los timbres o porteros automáticos (que para algo estarán, digo yo) y llamar a grito pelado desde la calle a la persona buscada. Tosca, aldeana, molesta y maleducada costumbre muy en boga por aquí, que se complementa con la devenida conversación ventana⇄calle entre el reclamado y el reclamante. Da igual que sean las tres de la tarde o de la madrugada, que la conversación sea íntima o una bronca del carajo. Añádanle el hecho de que esta plazoleta tiene una acústica que ríase usted de la del edificio de La Opera de Sídney. Así es que, cuando les cuente chismes de mis vecinos, no me acusen de cotilla; que sí, que lo soy, pero que me entero aunque no lo quiera (y puedo adelantarles que hay mucho y jugoso "trapo sucio" por aquí).                                                                                                                                                
El Prado (según los vecinos)
Bueno, a lo que iba. Hay una cuadrilla de preadolescentes (10-13 años) que durante todo el verano (y festivos el resto del año) son soltados a la plazoleta por sus tutores o cuidadores desde primeras horas de la mañana hasta bien entrada la noche, restando las horas en las que toca cebarles alimentariamente. Salvo eso, todo el puñetero y largo día campando libremente a sus anchas. El "Prado" se convierte en campo de fútbol o rugby, pista de tenis, circuito de bicis, pista para patines (sí, sí, como se lo cuento, patinando sobre hierba), tatami, Coliseo Romano (son tan gilipuertas que se divierten atizándose a base de bien entre ellos y en verdad que se dan buenos mandobles), etc. Mientras que en cualquier ciudad un jardín, por muy sencillo o pequeño que sea, se respeta y cuida, aquí es un multiusos salvaje. Naturalmente todos estos actos son acompañados con las "dulces" y atipladas voces y con todo un repertorio de griteríos exasperantes. Acompañamiento ruidoso que taladra durante horas y horas mis oídos y los de los demás vecinos. Curiosamente (no me pregunten el cómo de tal casualidad) las ventanas de los responsables de las bestias infantiles dan a otras calles, o simplemente viven apartados de la plazoleta. No son muchos, unos diez (aunque parece que haya mil) a los que hay que sumar los que vienen de vacaciones y se unen a la "cuchipandi", lo que incrementa el nivel de ruidos y molestias. Si por un casual, harto de no poder oír la televisión, tener un tremendo dolor de cabeza o estar ya hasta los "mismísimos" de tanto y continuo jaleo, se le ocurre llamarles la atención lo lleva crudo. Primero: los "tiernos niños" le espetarán (espero capten la ironía) con finos y gráciles insultos muy propios de su edad, puede incluso que acompañados de algún esputo.    
Algunos de los "tiernos niños"
Tienen aprendida la lección: son niños y por tanto (según parece) libres para hacer lo que se les ponga en sus pequeñas gónadas. Segundo: si la reprimenda llega a oídos de sus responsables (?) cuidadores, éstos le informarán (por si no se había dado cuenta y con la misma "educación" que antes los infantes) que son niños (otra vez) y que como niños que son deben y tienen que jugar. No se moleste en tratar de razonar que una cosa es jugar y otra ser aprendices de las hordas de Atila. No pierda el tiempo explicando que para ello hay parques y recintos infantiles (por cierto, uno no muy lejos). Olvídese de aclarar que las once de la noche no son horas para que unos críos estén en la calle dándole al balón por muy verano que sea... No entienden de educación, esa que tanto exigen y nada tienen. No saben del respeto al mobiliario urbano, plantas y personas. Son niños y punto. Hay que aguantarlos porque sí. Claro está, fuera de sus hogares. En casa formalidad y silencio, ¡faltaría más!. "Hala, tira p'al prao a dar el coñazo y déjame en paz".

 Se me olvidaba comentar que "el prado", a parte de multiusos, es utilizado también como "pipican". Y es nuevamente curioso y extrañamente casual que son los padres de los niños mencionados, los que bajan sus perros a defecar y orinar en el mismo jardín donde sus queridos retoños retozan alegremente. Ni que decir tiene que son totalmente negados a recoger los excrementos y que hacen oídos sordos, o más bien ojos ciegos, al cartel de "perros aquí no".  Parece ser que eso de la higiene y prevención de infecciones nada tiene que ver con ellos. Estarán conmigo en que con padres así poco podemos esperar de la educación de sus cachorros.

Así es que para mí y otros vecinos, la llegada de septiembre es como la firma de un deseado armisticio y el comienzo de las clases algo comparable al milagro de Moisés y el Mar Rojo. A falta de un Herodes justiciero (empieza a caerme bien y simpático el personaje) el curso escolar nos quita de la plazoleta esta chunga marabunta. Ahora solo hace falta un policía local y un poquito de casualidad para retirar a los papis-mamis cerdacos-cerdacas y sus inimputables perritos. Ya lo de la educación y el respeto es batalla perdida. Espero que ahora entiendan mi alegría inicial. Que lo disfruten y hasta pronto... Septiembre, septiembre ¡Ay Dios, qué felicidad!