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miércoles, 22 de mayo de 2013

LEBRANCÓN: ÉRASE UN APELLIDO A UNA RADIO PEGADO

Amigos lectores y seguidores del 'Balcón', me vais a permitir este pequeño homenaje a mi abuelo, gracias a una revista (curiosamente, casualidad, llamada "Balconada") que ha llegado a mis manos en fechas recientes.


Artículo editado en la revista "BALCONADA" (Historia, sociedad y cultura alavesas) en septiembre de 2009 con motivo del 75 aniversario de Radio Vitoria (E.A.J. 62). Autora texto: Elena Ferreira. Documentación gráfica y asesoramiento: Alberto Lebrancón.




Vitoria. Dos de enero de 1971. La nieve y el hielo hace días que se han adueñado de la ciudad, que amanece con 22 grados bajo cero. No hay registro de una temperatura más baja. En la casa del director técnico de Radio Vitoria, José Lebrancón, suena el teléfono. La emisora, situada en Estíbaliz, falla. La transmisión no es todo lo limpia que acostumbra. Este mensaje inquieta a Pepe. Perfeccionista al máximo, no puede consentir que "su niña bonita" dé problemas. Por ello, y a pesar de la expresa prohibición médica de exponerse al frío por sus problemas de corazón, pide un taxi y se va a Estíbaliz. El coche no puede subirle hasta el cerro. La nieve se lo impide así que se baja y abriendo camino a pie consigue llegar al transmisor, lo repara y vuelve a la ciudad. Entra en casa y en el mismo pasillo, se desploma y muere. Es su última locura por amor a la radio, su radio, a Radio Vitoria. Acababan así casi cuatro décadas de un idilio que había comenzado poco después de que José Lebrancón llegara a la ciudad, con su familia, a principios de los años treinta. Le trajo un trabajo. Madrileño de nacimiento, comenzó de muy joven a tener conocimientos de electricidad primero y de electrónica después, sin olvidar los de telegrafista y radio técnico. De hecho, antes de acercarse a Vitoria, ya en 1923 trabajó en Radio Ibérica, empresa que fabricaba aparatos de radio y a la que algunos atribuyen la primera emisión en español, evento del que Lebrancón participa. Con este bagaje, Pepe Lebrancón, deja su ciudad natal sin demasiada pena porque "Madrid ya no es lo que era", comentaría años después a sus hijos. La empresa Siemens le requería para encargarse de la instalación del sistema eléctrico y posterior mantenimiento del nuevo edificio que la Caja de Ahorros Municipal de la ciudad de Vitoria iba a construir en el centro. Se instala en la ciudad y empieza su nuevo trabajo.

1- Último retrato de José Lebrancón.
2- José Lebrancón  con su emisora de onda corta y unos amigos.

Pronto conocerá a otro enamorado de la electrónica, al médico radiólogo Francisco Hernández Peña, quien, empeñado en que Vitoria cuente con una emisora propia, consigue una licencia y compra un transmisor. Sin embargo, el aparato les da un montón de problemas. Las pruebas se suceden, pero el transmisor se estropea constantemente. Por ello, le pide a Lebrancón que le eche una ojeada. Pepe localiza cuál es el fallo que imposibilita la emisión: está en las fuentes de alimentación. Rediseña el equipo y queda perfecto. Corría el año 1934, la emisora echa a andar y en esos primeros pasos de Radio Vitoria, José Lebrancón ya le acompaña. Y desde entonces, hasta hoy, el apellido Lebrancón ha estado unido a Radio Vitoria. Su nieto Alberto, uno de los técnicos actuales de la emisora, comenta orgulloso, que desde ese año sólo hay tres cosas que no han variado en la radio: el nombre de Radio Vitoria; el indicativo EAJ 62 y el apellido Lebrancón que, primero con su abuelo, luego con su tío Roberto y con su padre Francisco y ahora con él, sigue ligado a la radio.


SUPERTON - Un dial de cristal del centenar de aparatos de radio que fabricó
de manera artesanal  José Lebrancón y que denominó "Superton"

"Lebrancón. Radio Técnico. Fueros 10. Vitoria"

Hay una cuña que se emitió durante años en Radio Vitoria y que rezaba así: "Lebrancón. Radio Técnico. Fueros 10, ático izquierda. Vitoria". Todavía se la recuerdan a Alberto muchas de las personas que reparan en su apellido. Y es que José, o Don José como también le denominaban algunos, era un industrial que trabajaba por su cuenta y así complementaba su trabajo en el edificio de la Caja Municipal, con las labores de técnico en la emisora. pero su inquietud y conocimientos electrónicos le llevaron también a trabajar para Vesa, Vitoriana de Espectáculos S.A.. Sus manos se encargaron de poner a punto cabinas y sistemas de proyección y sonido para que los alaveses no se quedaran sin cine. Se sabe que también fabricó un centenar de aparatos de radio, a los que denominó "Superton" y de los que la familia conserva algunos diales de cristal donde se ve claramente el sello "L" de Lebrancón. Asimismo, se le recuerda con una emisora de onda corta, que le trajo más de un problema a los pocos meses de estallar la Guerra Civil. De hecho, en una carta que conserva la familia confiesa su miedo y reconoce que trabajar en la radio les está acarreando muchos riesgos y no oculta que en el trayecto de la emisora a casa iba "con la pistola armada, amartillada y en la mano, dentro del bolsillo". De hecho, en cierta ocasión, su mujer temió perderle. "Se lo llevaron, pistola en mano, de casa, le hicieron el temido 'paseo' y cuentan que se libró por los pelos... que alguien le reconoció y se dio cuenta de que 'sólo era el técnico de Radio Vitoria'", rememora su nieto. Por último, quienes conocían también muy bien el buen trabajo de Lebrancón eran los comercios de reparación de aparatos eléctricos, radios y demás. Él era el último eslabón al que recurrían cuando un arreglo se les ponía difícil. "Siempre acertaba", indica su nieto.



Equívoco doliente

Alberto Lebrancón ha recogido toda la documentación que su abuela guardó una vez fallecido José. Y así, rescata varios planos, viejas fotos, alguna reliquia y muchas cartas y documentos. Con todo ello, asegura, puede certificar que fue su abuelo y no el ingeniero de Telecomunicaciones Cáceres quién ideó, construyó, puso en marcha y se encargó del mantenimiento de las otras dos emisoras que tuvo Radio Vitoria hasta fechas recientes: una pequeña de 300 vatios de potencia y su "niña bonita", el transmisor de 3,3 kilovatios, que José fue construyendo poco a poco en el salón de su casa, teniendo como ayudante a su hijo Francisco, padre de Alberto. "Ese equívoco ha sido durante muchos años algo muy doliente para la familia", insiste. Y cuenta la historia: "Él decía que Radio Vitoria se escribe con mayúsculas. Era un fanático de la radio -apunta- Era su vida y en más de una ocasión casi se la quita, como aquella vez que recibió una fuerte descarga eléctrica por radiofrecuencia".

En un momento dado, la radio deja de pertenecer al doctor Hernández y pasa a la Caja Municipal, pero Lebrancón sigue como responsable técnico. Pasa el tiempo y el transmisor inicial, el de 1934, se queda obsoleto. Ese 'corazón', gracias al cual late la radio, necesita ser renovado. El Consejo de Administración de la Caja, ahora dueña de la radio, observa sorprendido cómo su técnico ha creado para el Hospital de Basurto un centro transmisor con varios receptores para las diferentes zonas del centro hospitalario; un sistema de comunicación entre los diferentes pabellones para que enfermos y monjas se distraigan, oigan misa, programas o música, por ejemplo. Alberto enseña un recorte del 14 de febrero de 1946 de "La Gaceta del Norte" donde se alaba la instalación asegurando 'que es la mejor que se ha construido de estas características en España'. Este hecho provoca que Miembros del Consejo de la Caja Municipal pregunten a José Lebrancón si se ve capaz de construir otro transmisor de más potencia. La respuesta no se hace esperar: José no tiene duda. Conocimientos le sobran. Ahora bien, carece del título de Ingeniero de Telecomunicaciones por ello, carece de capacidad de firma, requisito imprescindible requerido por Telecomunicaciones para dar el visto bueno a una emisora. Así creará la emisora de 300 vatios y más tarde, "se peleará" por la grande, la de 2.5 kilovatios. Alberto Lebrancón conserva cartas que intercambiaron en 1952 su abuelo José con el ingeniero Cáceres. "Cáceres era el ingeniero que la Caja había designado como fiscalizador para que firmara el proyecto de 2.5 kilovatios. Ambos se cartean y en estas misivas, mi abuelo le va dando cuenta de los avances que iba teniendo en el diseño del transmisor. Cáceres es el que firma, eso es todo", insiste.

Los recuerdos que la familia guarda de aquellos tiempos es que no fueron fáciles. "El Consejo de la Caja ataba muy bien todo. Eran frecuentes las 'peleas' dialécticas o por carta entre mi abuelo que pedía condiciones y más dinero y el Consejo que ataba en corto y hablaba de que el dinero lo recibiría cuando vieran los resultados, es decir, cuando la emisora funcionará". Y funcionó. La electrónica iba avanzando y con ella las válvulas y por ende, la potencia, los ajustes... en definitiva la calidad del transmisor.



El encargo era lograr 2.5 kilovatios, pero José Lebrancón consigue que esa potencia llegue a los 3.3 kilovatios. Por ello, diría en más de una ocasión que fue como "fletar el Queen Mary para la pesca del congrio". Y una vez construido, desmonta el transmisor pieza a pieza con la ayuda de su hijo Francisco y lo traslada y lo vuelve a montar en la sede de la calle Olaguibel, conocida por su bonita estética como "La bombonera". Y con este transmisor, Radio Vitoria consigue oírse en lugares como San Sebastián, Bilbao o Logroño, con más claridad y limpieza que las emisoras locales. Técnicos especialistas en electrónica e incluso ingenieros no tienen reparos en alabar el trabajo de Lebrancón. ¿Cómo ha conseguido los ajustes? ¿De qué forma ha logrado esa potencia?... José no tiene secretos y permite a quién lo desee que copie su invento. Los estupendos resultados que da el transmisor y la trayectoria demostrada no han caído en saco roto. Son varias las empresas y emisoras que ofertan a Pepe un buen contrato como director técnico en Barcelona, Madrid o incluso Sudamérica. Pero él, nunca aceptó.

Ingenio y picaresca
En 1960 se limita la potencia de las emisoras de Radio Vitoria a 1.700 vatios. Los controles son rigurosos. Por entonces no había medidores de potencia y sólo existía una fórmula para llevar a cabo el control, a través del contador de la luz. No se debía llegar más allá del cupo de electricidad estipulado. Pero aquí aparece la picaresca. En las revisiones periódicas, Radio Vitoria cumplirá con la norma estipulada. Lo que desconocen los controladores es que emitirá a más de 1.700 vatios. ¿De dónde cogerán el resto? "Sencillo -recuerda Alberto- de modificar el consumo en otros útiles de la emisora como por ejemplo la iluminación. Las bombillas se ponían de menor potencia y así iban rascando vatios para dárselos a la potencia de la emisión. Radio Vitoria llegaba más lejos de lo permitido, pero, las cuentas daban y no había problemas".



Picaresca que iba a la par de su ingenio, curiosidad y a su gusto por la perfección. "Era un auténtico maniático de la limpieza y perfección. Muy puntilloso y minucioso -recalca su nieto- De hecho -rememora con sorna- algunos le llamaban 'Salve Pepus Dios del Olimpo'". Quizá fue ese afán el que le permitiera conseguir pequeños hitos que tuvieron su importancia, especialmente en los años cincuenta y sesenta para la supervivencia de Radio Vitoria. Hay un capítulo en este sentido, que lo demuestra. Los transmisores funcionaban gracias a un tipo de lámparas. Dicho material estaba muy restringido a nivel mundial. De hecho, EE.UU. lo consideraba elemento militar "... y mi abuelo consigue esas lámparas, en Egipto. Desconozco cómo, pero las tuvo. Hablamos de épocas muy complicadas en todo el mundo y especialmente en la España de la postguerra. Bien, pues Lebrancón tuvo dichos elementos"
Ligado a este episodio está otro pequeño triunfo de Pepe: conseguir que la vida de dichas lámparas, estipulada en 2.000 horas, llegara perfectamente a las 10.000 horas, con los consabidos ahorros de costes.

Célebre es también un episodio en el que José Lebrancón se enfrentó a los poderes fácticos de la Vitoria de entonces por una simple razón que explica su nieto: "Antes de que el transmisor se llevara a Estíbaliz, la antena de la radio estaba puesta en la azotea del edificio de la Caja Municipal. Un buen día, mi abuelo descubrió que pegadas a ella habían colocado otras pequeñas antenas, propiedad de particulares con poder en la ciudad, de manera ilegal. Mi abuelo subió a la azotea y ni corto ni perezoso tiró esas antenas intrusas al patio interior. Se organizó una gorda, pero a mi abuelo le daba igual. Radio Vitoria se escribe con mayúsculas, repetía y eso no se podía consentir".



Y así hasta el final de sus días. Mantenía impoluto el transmisor. Hubo un nuevo traslado, esta vez a Estíbaliz y nuevamente desmontó pieza a pieza a 'su niña bonita' y la volvió a montar en el cerro. En cualquier caso, sus visitas a ver cómo estaba todo eran semanales. "Mantener una emisora de este tipo era complicado, pero él se iba todos los sábados, ajustaba lo que precisara y la dejaba perfecta", indica Alberto, quien añade que así era con todo. "En casa, en Fueros 10, disponía de un laboratorio de radioelectrónica con todo su material perfectamente clasificado en ficheros, en armarios... Todo clavado en su sitio" ¿Y en sus ratos libres? Pues más de lo mismo... "Montaba y desmontaba radios y televisores, les quitaba el polvo y los volvía a montar", cuenta su nieto, quien a nivel personal destaca de su abuelo que "ha sido y sigue siendo el pilar básico de toda la familia. El amor por la radio lo transmitió a sus hijos y nietos y de hecho cuatro seguimos sus pasos. Y a nivel profesional, hubo otros, sin duda, pero mi abuelo fue el mejor. Un adelantado de su época", sentencia Alberto Lebrancón. 







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sábado, 18 de mayo de 2013

¿Paciencia, señor Presidente?...

Es más que probable que a partir de leer la noticia, las celebraciones de despedida y bienvenida de año en las Nocheviejas dejen de ser tales para convertirse en frugales cenas seguidas de soberanas curdas alcohólicas, más con decidida intención de profundo olvido que de jolgorio y desenfrenado festejo. Y es que en el momento justo de sonar la doceava y última campanada (y muy posiblemente entre la octava y novena uva, que ya sabemos que nunca terminan parejas uvas y campanadas), usted, yo y todo hijo de vecino (y vecina), todo españolito de los de a pie, deja de ser persona más o menos libre, para convertirse en sufrido esclavo fiscal de los altos (e incluso de otros no tan altos) poderes políticos del país.

Desde ese instante y durante unos cuatro meses y medio (se lo repito  por si acaso lee usted así como de soslayo y no ha captado bien la cifra: CUATRO MESES Y MEDIO) sus beneficios, sus ganancias, sus nóminas enteritas hasta el último céntimo, no son, como pueda creer, suyos. Hágase a la idea de que sus madrugones, sus broncas con el hijo de mala madre de su jefe, sus disgustos en el trabajo, son sacrificios totalmente infructuosos para usted y los posibles dependientes de usted. De ese pan que por castigo divino debe ganar con el sudor de su frente (el cuento ese de la embaucadora y despelotada Eva, la puñetera manzana y la serpiente de los cojones),de ese pan, digo, no le corresponde ni una migaja. Insisto: durante 4 meses y varios días, usted y sus circunstancias pertenecen en cuerpo y alma, al 100%, a papá Estado y su manada de cabrones chupópteros . (VER NOTICIA: si es usted de carácter "fuerte" con tendencia a la irascibilidad, léala despacito)

Naturalmente ésto no cambiará de tendencia e irá a más y a peor a medida que transcurra el tiempo y sigamos tan panchos, tragando y aguantando con lo que nos echen (o quiten-roben, mejor dicho) y esta casta-plaga de ineptos politicuchos, mandamases u oposición, sigan siendo y sintiéndose seres superiores y libres de responsabilidades hacia-para-con la sociedad en general y el pueblo llano en particular. Ese al que están machacando y exprimiendo (o al revés, el orden no altera el triste resultado) hasta límites casi inhumanos.

Juega a montar el puzzle de esta imagen (al pie del post)
Otra cifra amigos por si todavía no se les han alterado suficientemente las entrañas: más de CUATROCIENTOS MIL (+400.000). Son, mamonazo arriba, mamonzo abajo, los políticos o cargos públicos (diputados, senadores, alcaldes, concejales, miembros de los parlamentos autonómicos o de las diputaciones provinciales, empresas públicas, partidos políticos, sindicatos, mancomunidades, asesores...) que mantenemos a cuerpo de rey o faraón con nuestros sufridos impuestos. Somos el país de la Comunidad Europea que más inflagaitas de éstos tenemos, doblando en número al segundo: Italia. GASTO PÚBLICO e Instituciones que en tiempos de profunda crisis sería muy lógico reducir en gran medida antes que otros derechos y servicios sociales e imprescindibles (más a sabiendas y habiéndose demostrado lo inútiles y mangantes que son). Pero no, eso no entra en sus planes. Más bien todo lo contrario. Hay mucho hijo de puta aún que enchufar (primos, hermanos, tíos, hijos, yernos, amigos de la infancia y de correrías...)  Y mientras que el pueblo aguante, más o menos, y tire del carro o de las pesadas piedras que van conformando la sangrante pirámide estatal, esto es jauja para ellos. (VER NOTICIA.)

El actual jefe de toda esta onerosa mafia parasitaria  nos pide paciencia y afirma que al final de la legislatura se verán los resultados positivos de sus nefastas políticas. Añade el Vito Corleone de pacotilla que será entonces cuando baje los impuestos y se cree empleo. Esto ya es pitorrearse de nosotros a la cara. Naturalmente si baja los impuestos la economía se reactivará. El españolito tendrá cash con lo que gastará y consumirá más (principio muy básico de economía) y esto a su vez animará en cierta medida el empleo. Y el muy hijo de su madre dice que lo hará al final. Es decir, cuando llegan las nuevas elecciones generales. Vamos, que de tonto lo justito. Así mata dos pájaros de un tiro: cumple mínimamente con sus promesas y contenta en el momento más oportuno al pueblo que, para qué lo vamos a negar, es de memoria cortita y voto maleable.

Mientras eso llega, todos estos, da igual los de izquierda, derecha, centro o de medio lado, que para eso sí se ponen de acuerdo, siguen con sus prebendas y su muy mucha jeta dura. Y si no me creen...:




Y esto ya sabemos, o al menos lo intuimos, ocurre en todos los grandes partidos, comunidades, banca pública, sindicatos, empresas públicas, ayuntamientos, diputaciones, organizaciones estatales, secretarías, direcciones generales, ministerios, Casas Reales que parecen irreales, subsecretarías, fiscalías, judicaturas... uff! siga usted que yo ya me he cansado...

P.D. Y por si alguien lo piensa...sí, tiene razón: todo el post es demagogia pura y simple. Cosas de un parado de larga duración.

(Imágenes y dibujos extraídos de 'Imágenes Google'. Manipulación, textos y edición por RjL)


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martes, 7 de mayo de 2013

Entre cuchara, tenedor y mondadientes...




arece que la 'haute cuisine' francesa no brilla demasiado en la última lista de los mejores restaurantes del mundo. Más bien (o peor para ellos) nada, rien de rien. Ninguno entre los 10 mejores. Bueno, uno, pero no es francés-francés y ni tan siquiera está en la Francia gabacha. El 'Poulet de Bresse Rôti' el 'Confit de canard' o los 'Escargots à la Bourguignonne' están de capa caída o plato bajo. Ya me imagino las afrancesadas caras largas con lo que ellos son para sus cosas, y de tenedores además,... y que encima 3 (TROIS, mon amis) sean españoles, entre ellos el mejor de los mejores, les debe estar escociendo cosa mala. Es de suponer que los Chefs franchutes, espumaderas en alto, esgrimirán como excusa a su debacle culinaria que la mencionada lista (S.Pellegrino - Ver Noticia) está confeccionada en la pérfida Inglaterra, enemiga a muerte de los galos vecinos en la historia pasada y poco o nada amiga moral y económica en la actualidad. Ingleses al fin y al cabo, 'enfants de la Grande-Bretagne'  y de muy mal comer.

En realidad  los garitos pijos éstos son escogidos por unos 900 expertos de paladar fino, cubertería lujosa y variada nacionalidad:

"Las opiniones y experiencias de 900 expertos -provenientes de 26 regiones diferentes- es fundamental para culminar la lista de los 50 mejores restaurantes de todo el planeta. Los especialistas no se orientan en torno a criterios ni parámetros determinados. Cada uno de ellos vota por siete locales, para luego organizarlos de acuerdo a sus preferencias. Cabe precisar que, al menos, 3 restaurantes deben estar fuera de su zona. En los últimos 18 meses, los designados son visitados" (ver fuente datos)

Nunca he tenido el gusto -o disgusto, visto el precio de sus 'menús degustación' (ver noticia)- de entrar en uno de estos templos para sibaritas. A lo más que he llegado es a comer (¿?) en un restaurante con muchos tenedores dibujados en su fachada, ninguna estrella de esas Michelín, demasiados números en el precio de los platos, mucho postín y elevada fama, en la bella localidad tarraconense de Cambrils. Sinceramente, a mí no termina de llenarme (nunca mejor dicho) esto de la cocina de diseño con platos de tamaño enorme (cuando te sirven en plato, que esa es otra) y escaso relleno alimentario.
El abajo firmante, osease, el menda lerenda, servidor de ustedes, es de esos que dicen o llaman de buen saque. Vamos, que me gusta comer raciones contundentes.Yo soy más de cuchara que de tenedor. Potajes con todos sus santos sacramentos. Y de carnes acompañadas de salsas tentadoras a ser zampadas a base de excitantes untadas de pan  para luego chuparse los dedos pecaminosamente. Soy, como quien dice, un redomado practicante del Pecado Capital sección Gula... bueno, tampoco le hago ascos al capítulo Lujuria.

Según un ajado y amarillento catecismo católico que tengo, editado en el año de Dios catapún-chispún, la Gula es un apetito desordenado de comer y beber, y la Lujuria un apetito desordenado de sucios carnales deleites. De lo que deduzco que las necesidades orgánicas y básicas del ser humano pasan a ser 'peccata mortifera' en el justo instante en que las practicamos desordenadamente y con apetito. O dicho de otra manera, cuando dejamos de hacerlo como acto reflejo y puramente necesario para nuestra supervivencia y las damos un rango de placer y gustirrinín para nuestros sentidos corporales otorgados (dicen) por Dios. ¡Toma ya!

El hombre tiene la maldita manía de poner límites a través de las religiones a todo (en especial a lo bueno), total, para luego darse el gustazo de saltárselos a la torera que da más morbo. Veamos, ¿en qué punto justo debo dejar de deleitar mi paladar y mi agradecido estomago con ese suculento asado para no caer en pecado y condenarme por los siglos de los siglos? ...

¿Cuándo debo dejar de pensar qué cojonudo está el guisote para autoconvencerme que sólo debo tomar la medida justa para la supervivencia?. Es curioso, pero todo lo que sea abundante es pecado o malo para la salud, sin embargo todo lo que signifique escasez es virtud. No comer con regodeo, no tomar una copita de más, no darle al ñaca-ñaca por placer es camino llano y directo hacia los cielos benditos. Ayuno y castidad (malísimo para el equilibrio corporal y mental) es obligado para la salvación. Reconozco que me estoy moviendo entre los dos extremos y que lo ideal y deseable es la medida justa, tanto moral como física, pero vuelvo a lo mismo: ¿quién está en condición de determinar esa justa medida?. En cuestión física está claro que la medida la puede determinar uno mismo o su cuerpo: "hasta aquí he llegado y no aguanto más'... bicarbonato o Almax para la gastritis, Alka-Sltzer o Aspirina para la resaca, vitaminas y cigarrito para el ñaca-ñaca y hasta la próxima.

Por suerte vivo en un país en el que el comer y el beber es una cultura. Aquí celebramos todas las efemérides (incluso las religiosas) alrededor de una mesa repletita de pecaminosos platos llenitos hasta los bordes, envidia del resto de los mortales (por cierto, la envidia también es un pecado capital) y muchos de esos manjares son (ay! viciosillos) afrodisiacos. Así es que comamos, bebamos y démosle al tiquitaca que la vida son dos días y uno, por cierto, nublado. Alguno habrá que salga y me rebata todo lo escrito y que además, lo más seguro, tenga toda la razón del mundo, pero recuerde que ésto tan sólo son unas crónicas locas que nada quieren, ni pretenden, ser racionales o justas. Ya ven, he empezado hablando de la lista de los top gastronómicos y he terminado divagando sobre religión, pecados, excesos y otras zarandajas. Pero bueno, ésto no era más que una conversación intrascendente entre plato y plato. A falta de otro comensal con el que mantener una tertulia de sobremesa, lo he hecho con ustedes. Y ahora les dejo que ya me traen la factura... Ah! ¿que no se lo he dicho? estaba probando un menú degustación 'nouvelle cuisine' de esos carísimos y en el que las raciones (14 platos) se pueden comer con un mondadientes o palillo. ¿Que qué tal? bueno.... voy a ver si me da tiempo y llego a la tasca de la esquina antes de que cierren para que me pongan unos huevos con chistorra.



(Imágenes y dibujos extraídos de 'Imágenes Google'. Manipulación, textos y edición por RjL)


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